Los niños autistas pueden experimentar menos variaciones en sus respuestas emocionales corporales
La investigación sobre el procesamiento de emociones en personas autistas se ha centrado principalmente en cómo entienden las emociones de los demás. Sin embargo, un trabajo más limitado sobre cómo las personas autistas procesan sus propias emociones ha sugerido dificultades para identificar y describir experiencias emocionales y distinguir entre estados emocionales. Esto último es potencialmente importante, ya que se asocia con resultados negativos como ansiedad, depresión y comportamiento autolesivo, todos los cuales se ha sugerido que ocurren con más frecuencia en el autismo que en la población general.
Hasta ahora, los estudios de diferenciación de emociones en el autismo han tendido a utilizar tareas basadas en el lenguaje. Pero ahora, un equipo dirigido por Eleanor Palser de la Universidad de California en San Francisco ha informado del primer estudio que analiza cómo los niños autistas mapean dónde sienten las emociones en su cuerpo. El equipo encuentra que, en comparación con los niños no autistas, los mapas de emociones corporales de los niños autistas son más similares en diferentes emociones, lo que sugiere menos variabilidad en la forma en que experimentan físicamente los diferentes estados emocionales. La investigación, publicada en la revista Autismo, se basó en parte en un informe de 2022 de la organización benéfica Autistica, en el que miembros de la comunidad autista identificaron el procesamiento sensorial y las dificultades afectivas como objetivos clave de la investigación.
Un aspecto clave de la experiencia emocional es la sensación corporal y el cambio provocado por diferentes emociones (por ejemplo, palmas sudorosas cuando está nervioso, corazón palpitante cuando está excitado). Los investigadores han creado mapas corporales detallados de las regiones y sensaciones asociadas con diferentes estados emocionales, pero nadie había estudiado directamente cómo y dónde las personas autistas experimentan emociones en sus cuerpos.
En el nuevo estudio, los investigadores pidieron a niños y adolescentes autistas y no autistas que produjeran mapas corporales de diversas emociones utilizando una versión en lápiz y papel de la tarea de colorear emoción emBODY. Se pidió a los participantes que recordaran haber experimentado una emoción particular, luego colorear áreas de actividad resultante más fuerte o más rápida en un contorno corporal, y aquellas de actividad más débil o más lenta en otro. Seis emociones (ira, miedo, tristeza, felicidad, sorpresa y disgusto) se presentaron en un orden aleatorio.
El equipo también utilizó dos tareas para medir la interocepción, la propia conciencia de las respuestas corporales internas. Sensibilidad interoceptiva, las percepciones de los participantes sobre sus propias habilidades de interocepción, se evaluó pidiéndoles que indicaran con qué frecuencia sienten sensaciones corporales comunes (por ejemplo, piel de gallina o ruidos de estómago). Una medida más objetiva de precisión interoceptiva se proporcionó examinando qué tan precisos eran los participantes en una tarea de conteo de latidos.
En la tarea de colorear, los participantes autistas mostraron menos variabilidad en las emociones, con respecto a la cabeza, el corazón y las manos. En otras palabras, eran más propensos que los participantes no autistas a colorear estas áreas de manera similar, independientemente de la emoción que estaban recordando.
Curiosamente (y aunque el grupo autista mostró un nivel más bajo de sensibilidad interoceptiva), estas diferencias no se asociaron con el rendimiento interoceptivo. Esto sugiere que la tarea de mapeo corporal puede aprovechar otros aspectos del procesamiento de emociones más allá de la simple detección de los propios cambios fisiológicos.
Los investigadores también especulan que la diferenciación de emociones reducida en el grupo autista puede, incluso en una tarea de colorear relativamente no lingüística, aún se ha visto afectada por las dificultades con el lenguaje basado en emociones que experimentan muchas personas autistas, en lugar de problemas interoceptivos.
Además, el hecho de que esta tarea implique el recuerdo de eventos emocionales plantea la posibilidad de que los déficits de memoria episódica puedan haber influido. Los autores sugieren que las intervenciones centradas en aumentar el conocimiento de las palabras emocionales de los niños, o mejorar su memoria de eventos emocionales, pueden ayudar a aumentar la diferenciación emocional. Esto es importante porque una menor variación en la forma en que las personas experimentan las emociones se ha relacionado con la ansiedad y la depresión, desafíos que es más probable que experimenten las personas autistas.
En general, este estudio ofrece la primera indicación de que algunas personas autistas pueden experimentar menos variación en sus respuestas emocionales fisiológicas. Dado que esto puede no explicarse completamente por las dificultades interoceptivas, el trabajo futuro podría investigar otras habilidades involucradas en la distinción entre las sensaciones corporales asociadas con diferentes emociones. Los estudios también podrían examinar estas habilidades en otras poblaciones, para establecer hasta qué punto los patrones pueden diferir entre los grupos.
– Diferenciación reducida de las sensaciones corporales asociadas a las emociones en el autismo.
Publicación escrita para BPS Psicosalud por el Dr. Dan Carney. Dan es un psicólogo académico del Reino Unido que se especializa en trastornos del desarrollo. Realizó su beca de investigación posdoctoral en la London South Bank University, finalizando en 2013. Su trabajo publicado hasta la fecha ha examinado la cognición, la memoria y los procesos internos del habla en el síndrome de Williams y el síndrome de Down, así como las habilidades sabias en el autismo.
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