Los humanos han evolucionado como animales ficticios en busca de coherencia.
Yong, JC, Li, NP y Kanazawa, S.
(2022). Psicólogo estadounidense, 76 (5), 781-793.
https://doi.org/10.1037/amp0000674
abstracto
La evidencia de percepciones y juicios sesgados en humanos, junto con evidencia de racionalidad ecológica en animales no humanos, sugiere que la afirmación de que los humanos son el animal racional puede ser exagerada. En cambio, sugerimos que las discusiones sobre psicología humana pueden beneficiarse de vernos a nosotros mismos no tanto como animales racionales, sino más como animales racionalizadores. El artículo actual proporciona evidencia de que la racionalización existe solo para los humanos y sostiene que los procesos de racionalización (por ejemplo, reducción de la disonancia cognitiva, justificación post-hoc de decisiones, confabulación de razones para posiciones morales) tienen como objetivo crear las ficciones, que nos gusta creer y mantener el impresión de que somos psicológicamente coherentes y racionales. La coherencia parece producirse a expensas de la veracidad, lo que sugiere que las percepciones y los juicios sesgados pueden adaptarse a los humanos; es mejor que no nos entendamos a nosotros mismos y a la realidad también. La racionalización también es la base de las diversas creencias, religiones, normas e ideologías compartidas que han permitido a las personas organizar y coordinar sus acciones a gran escala, para bien o para mal. Concluimos con una discusión sobre las implicaciones de este rasgo psicológico único en los seres humanos.
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Ventaja de adaptación 6: Engañar a los demás
Si bien el acto de racionalización puede verse básicamente como un autoengaño, que las personas perpetúan para mantener una autoimagen racional o positiva, los procesos de racionalización también pueden usarse para distorsionar las percepciones de la realidad con el fin de desinformar estratégicamente a los demás. El engaño es una estrategia que evolucionó en la lucha de nuestros antepasados por acumular recursos, y las personas a menudo mienten a aquellos de quienes dependen para obtener recursos que de otra manera no se podrían proporcionar (Steinel y De Dreu, 2004). La racionalización facilita el engaño al hacer de la mentira la creencia central y preferida, según la cual la realidad se reinterpreta para hacer que la mentira parezca más plausible. Por ejemplo, una persona puede robarle a su amigo y luego mentir que estaba fuera de la ciudad durante el robo. Después de eso, las creencias sobre sí mismo y la información relacionada con el robo, como detalles sobre sus viajes u otros posibles sospechosos, pueden reconstruirse en su propia mente para mantener el engaño. Los individuos que engañan a su pareja pueden agilizar sus acciones para convencerlos de su irresponsabilidad en la aventura (Foster & Misra, 2013).
Dado que es costoso ser atrapado como estafador, ya sea a través de represalias inmediatas (por ejemplo, la desvinculación) o ganando una reputación poco confiable (Brosnan & Bshary, 2010), quienes buscan información errónea pueden ser más efectivos si desconocen la información errónea ellos mismos. Las pistas que indican una intención engañosa incluyen signos de nerviosismo, supresión y estrés cognitivo (von Hippel y Trivers, 2011). Al creer que sus mentiras o excusas son realmente ciertas, los estafadores pueden vender sus ficciones mientras enmascaran las pistas asociadas con un engaño transmitido deliberadamente. Además, la atribución de la intención es crucial para determinar si la persona traicionó sus deseos o perdona las represalias (Schweitzer et al., 2006). Al afirmar que no hubo intención de engañar, es más probable que los estafadores inconscientes eviten las represalias que los estafadores conscientes.